La Celda Número 7Los gritos de una mujer
me despertaron a medianoche. Me encontraba en una cueva, un sótano,
una celda. Las paredes oscuras, parecían húmedas y frías. A lo
lejos se podía oír el caer continuo de las gotas de un grifo mal
cerrado. Su sonido monótono e intermitente calaba en lo hondo de mi
cerebro, como un ritual penetrante y acompasado que me invitaba a
perder la conciencia de nuevo. Como si viniera de muy lejos, un
alarido desgarrador volvió a hacerse sentir. Se me aceleró el
corazón. ¿Quién gritaba? ¿y por qué?
Me incorporé despacio.
Me dolía todo el cuerpo. Parecía haber estado recostada sobre una
gran mesa de madera. Apenas podía ver! Al moverme, advertí que uno
de mis tobillos estaba encadenado al que había sido mi lecho. ¿Qué
era todo esto?
Pronto amaneció... Me
envolvió la sensación de haber estado allí desde hacía mucho
tiempo. Ni siquiera podía recordar mi vida, si es que la tenía.
Parecía como si no hubiese habido otra vida diferente a esta, como
si hubiese estado
encerrada desde siempre, como si por primera vez hubiese tomado
conciencia.
Desperté después de
mucho tiempo, quizás meses, quizás años... Se oían sonidos de
puertas que se abrían y cerraban, golpes, quejas, lamentos y el agua
del grifo que caía y caía... De repente escucho la voz clara de una
mujer que a lo lejos grita:
-"¿Hay alguien ahí?".
Su respuesta fue el
eco, que repitió su pregunta las veces necesarias como para
despertarme totalmente. El silencio
sepulcral que vino a continuación me hizo ponerme en alerta. Me
incorporé lentamente, sintiendo mi ser lastimoso y dolorido, y me
acerqué a la puerta. Fuerte, de madera maciza, su robustez se
imponía impenetrable. Me asomé al vano en puntas de pie, para
mirar por él. Era una especie de gruta oscura y tenebrosa. Las
gotas del grifo caían y caían, y el silencio... tenía vida, como
si algún ser monstruoso y despiadado esperara en algún recodo,
aguardando, y al acecho. Sentí escalofríos...!!! Miré a mi entorno y
tomé conciencia de donde estaba. Era mi sarcófago, y yo
aún con vida. Acerqué un pesado tronco al umbral de la puerta,
y volví a asomarme por el vano. A lo lejos y entre las penumbras,
divisé varias puertas similares a la mía, completamente cerradas.
-"¿Hay alguien ahí?"-
volví a escuchar.
-"Si"- dijo otra voz de
mujer-"¿dónde estoy?"
-"¿Eres la de la celda
número 7?"- preguntó la primera.
-"No lo sé... Acabo de
despertarme!"
Un horrible estruendo
las hizo callar de repente. Se oyó abrirse una puerta y a
continuación los alaridos de una mujer. En medio de un fragor
desesperante, se sumaron golpes de más puertas, como si alguien las
azotara. El clamor
de una voz lastimosa puso fin a todo aquello. Un silencio
contenido, por fin se hizo presente. A lo lejos apenas se oía un
sollozo, un lamento... Me abracé fuertemente, tanto como pude y me
fui a un rincón, el más cálido que pude hallar... Luché por
mantener la conciencia, pero fracasé! Me sumí en un profundo sueño
de prados verdes y horizontes lejanos... Soñé con mares y montañas,
con cielos y soles, con la luz, con la vida... Soñé, posiblemente
durante muchísimo tiempo, tanto que mi cabellera se había tornado
muy larga...
Cuando volví a despertar, tomé conciencia de que algo debía hacer. El sonido del
agua que caía persistentemente me recordó el alma de una niña que
llora sin consuelo. Me puse en pie, llevando a duras penas el ser en
que me había convertido. Al caminar lentamente sosteniendo mi dolorida cabeza, tropecé con algo metálico y me
dispuse a buscar aquello. Llevaba los ojos cerrados, posiblemente
estaba ciega, pero me agaché. Palpé la tierra siempre húmeda, en
busca de aquel objeto y por fin lo hallé. Era un manojo de llaves...!
El corazón se me aceleró, como queriendo escaparse de mi ser... Me
puse en pie y me froté los ojos... Algo aún podía vislumbrar... Busqué
entre las llaves la más pequeña y con ella pude liberarme de las
cadenas... Las heridas que llevaba en los pies no me importaron... Me
acerqué a la puerta...
-"Hola"- dije con
fuerzas, -"¿alguien puede escucharme?"- Sentí como si muchos cuerpos
se acercaran de pronto a sus cerradas puertas, tomando entre sus
manos las rejillas que cubrían el vano de madera...
-"Hola. Estoy aquí..."-
dijo una voz de mujer
-"Hola... ¿Eres la de la
celda número 7?"- dijo otra voz.
-"Ayúdame"- se escuchó
a una tercera decir.
-"¿Cuántas sois?"-
pregunté con inquietud.
-"Somos seis. ¿Eres tú
la de la celda número 7?"- escuché.
Levanté ante mis
heridos ojos el juego de llaves, y conté... Tenía siete llaves de hierro, además de la pequeña. Sentí un
escalofrío recorrer mi columna... El aliento en mi garganta no se
atrevió a salir... De pronto empecé a ver todo más claro... Elegí una
llave y sin más, abrí la puerta... Crucé el umbral con miedo,
pero decidida... Mientras caminaba despacio y alerta, tropecé con
huesos de esqueletos y cráneos... Habían harapos esparcidos
por el suelo, como si hubiesen vestido alguna vez a esos seres cuyos huesos yo pisaba. Caminé despacio, y con pie firme...
-"Por aquí"- escuché un
susurro -"Ábreme la puerta"-. Me aproximé y vi por el vano el rostro de
una mujer esperanzada. Escogí otra llave y fácilmente abrí su
puerta. Salió una joven de larga cabellera y se lanzó a mis brazos... Sentí como si la conociera desde siempre... Ella secó una lágrima
que, sin saberlo, caía por mis mejillas...
-"Vamos"- me dijo. Y tomó
mi mano...
Nos acercamos a otra
puerta, y luego a otra y a otra... y fuimos liberando a cada una de
esas mujeres... Todas y cada una de ellas, al salir de sus recintos, me
abrazaron fuertemente, mientras una gran emoción ceñía mi garganta. Caminamos por pasadizos
interminables, todas juntas de la mano. Ellas me preguntaban hacia
donde ir, aunque a veces me sugerían respuestas... Subimos una
escalera y dimos a una gran habitación... En el rellano
descansaba un viejo arcón, invitándonos a abrirlo... En su interior hallamos finos vestidos blancos... Entre murmullos y
risas, las mujeres se fueron vistiendo... Un último vestido quedaba para mí... Nos peinamos las largas cabelleras y nos limpiamos las heridas... Salimos todas juntas, entrelazándonos
las manos por la última puerta... Algunas sonrieron felices... Alrededor solo había vida... Caminamos por ella siempre juntas,
siempre unidas...
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A lo lejos, alguien nos
vio partir... Desde sus ojos, vio a siete mujeres marchar hacia el
horizonte, con sus blancos vestidos y sus largas cabelleras,
danzando al son del viento...Desde sus ojos vio solo a una mujer...
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Valeria Elder