En Memoria de mi Tío
Se fue de la manera en que vivió: muy solo! Murió del mismo modo en que pasó sus años: con pesar! Partió de igual manera en que habitó este mundo: con la razón alejada de él!.
Discriminado por los que más debían amarle a causa de su ser tan diferente..., incomprendido y solo... Si esa no es la verdadera orfandad, entonces no sé qué significa el desamparo!.
Siempre con su armónica, su flauta o su teclado bajo el brazo, se hacía presente en los parques solitarios, donde tan solo los pájaros lo esperaban, y se sentaba en su banquito, quitándose sus viejos zapatos para tocar sus eternas melodías. Luego, apartaba su instrumento para entregarse a su fiel amigo, el silencio. Sabía disfrutar de los árboles, la brisa, los pájaros. Él sabía...
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Tocaba el piano como los mejores! Tenía la habilidad de observar la manera en que alguien ejecutaba una melodía desconocida, y luego interpretarla como por arte de magia, como si la supiera desde siempre.
Guardaba cientos de discos de vinilo! Poseía un tocadiscos de mediados de siglo que solo sonaba si él hacía girar el disco con sus dedos. Tenía un piano maravilloso que vibraba con Schubert, Mozart, o Beethoven. El impromptu de Chopin es una de las piezas que siempre me dedicaba sin decírmelo, cuando yo en mi juventud lo visitaba, pues él había oído cierta vez cuánto me llegaba su forma de ejecutarla. Hoy al recordarlo la escucho después de tantos años, haciéndome vibrar el alma como entonces, y me pregunto dónde estárá.
Nació hace 73 años en la cuna acomodada de una sociedad tradicional. Aprendió a hablar muy pronto, hasta que un día enmudeció. Su mirada se perdió más allá del horizonte! Su alma se ausentó durante mucho tiempo!
La ignorante psiquiatría de entonces recetó que lo internaran en un colegio especial, a miles de kilómetros, en la capital de la vieja Argentina. Volvió al seno de su familia década y media después. Sus hermanas menores que él casi no le conocían. Había terminado la escuela primaria! Se dedicó a la música... Fue profesor hasta que se jubiló... Conoció su tierra de extremo a extremo... Tenía un cuadernito en el que anotaba números y números en todas sus hojas, formando un todo ininteligible. Cierta vez, me confesó que eran los kilómetros de sus viajes, a lo largo de toda su vida. La música y la naturaleza eran la razón de su existencia! Siempre volvía más delgado a su casa materna, aunque ésta estuviera ya deshabitada.